Hace un par de días leía en la revista Semana, una entrevista al médico colombiano Alejandro Jadad, director del Center for Global eHealth Innovation de la Universidad de Toronto en Canadá y catalogado por la revista ‘Time’ como uno de los genios capaces de transformar el planeta, en la que hablaba de un nuevo concepto en el que ha venido trabajando, según el cual las compañías tienen sentimientos tal como los tenemos los seres humanos pues, según él, “Una empresa reacciona como un ser vivo con emociones”.
Aunque el tema de investigación del Dr. Jadad iba en otra dirección, esta frase me llamó la atención porque precisamente desde hace un tiempo la cuestión de las emociones, sentimientos y el tema laboral me viene rondando la cabeza con un concepto que yo he denominado: BIENESTAR LABORAL EMOCIONAL.

Pero para comenzar a definir este concepto lo primero que debo hacer es definir lo que no es. No es Bienestar Laboral a secas, porque no se trata solo del balance entre la vida laboral y la vida personal. Tampoco del salario emocional como horarios flexibles, home office, capacitaciones, plan de carrera o vacaciones adicionales que muchas compañías utilizan para estimular la productividad o bajar los niveles de estrés de sus trabajadores. Bienestar laboral emocional se trata de la búsqueda por mejorar la cotidianidad de todos los actores que participan de alguna manera en el contexto de una organización, desde sus colaboradores y su familia, pasando por los clientes y proveedores, hasta llegar al último eslabón de la cadena de personas que directa o indirectamente hacen parte de la compañía, a través de expresiones y acciones cargadas de emocionalidad. En estos tiempos en los que en las empresas reina la urgencia, el “no tengo tiempo” y la indiferencia por el otro cobran mucho valor las organizaciones que le apuestan a generar emociones positivas en las personas a través de acciones simples que van transformando la cultura de la compañía y los corazones de sus empleados.

Y qué decir, si este cambio también logra generar empleo. Sí, porque esta gestión debería ser liderada por personas especializadas, profesionales contratados para trabajar única y exclusivamente por el bienestar emocional de los trabajadores. Es así como las compañías deberían crear nuevos cargos, como por ejemplo el supervisor de alegría, o el ejecutivo de sonrisas, o que tal el gerente de abrazos o el director de felicidad, personas cuya única función fuera ofrecer acciones cargadas de sentimientos y emociones que creen ambientes laborales únicos.

Estoy seguro que esas compañías serían un éxito total, porque todo el mundo desearía trabajar allí. O quien no quiere trabajar en una compañía donde la gente es feliz no solo por lo que le pagan, sino también porque las hacen felices. Se imaginan a todas las personas mandando su hoja de vida para el cargo de gerente de abrazos o el de supervisor de alegría. Imagínense universidades tan prestigiosas como los Andes, la Nacional o la Javeriana abriendo el diplomado, maestría o la especialización en Bienestar Laboral Emocional. Seguro los head hunters tendrían que reinventar sus procesos de selección y buscar unos perfiles que mezclen la sabiduría de un monje tibetano, con la alegría de un payaso ruso y los conocimientos de un PHD en negocios. Incluso el Best Place to Work tendría una nueva categoría para premiar a esas compañías, pero lo más importante las personas en su trabajo serían genuinamente felices.

Hoy, las empresas necesitan consentir más, dar pequeñas dosis de felicidad para generar contextos laborales más propositivos. Porque la felicidad es algo que se irradia, que se contagia y cada persona feliz en su puesto de trabajo puede inspirar y transformar a todo un equipo a su alrededor, haciéndolo cada vez más dispuesto, receptivo y apasionado. Y no estoy hablando de productividad, estoy hablando de actitud frente a la compañía, frente al mundo, frente a la vida. Hoy estoy seguro en decir que las compañías deberían invertir más en darle a sus colaboradores Bienestar Laboral Emocional.